POR AURÉLIEN GUILABERT*
México sería el 24 país más feliz del mundo según el último reporte 2018 de la felicidad de la ONU. Dicha clasificación contempla entre sus variables la riqueza producida por habitante (PIB per cápita), la expectativa de vida, la libertad de elección de la ciudadanía así como la generosidad y la percepción de la corrupción.
Si bien México forma parte también de los países con la tasa de suicidios más baja del planeta, los índices de suicidio especialmente entre las poblaciones jóvenes no han dejado de aumentar paulatinamente en los últimos años para alcanzar un nivel histórico recientemente. Al respecto, cabe precisar que entre 1990 y 2015 la tasa se duplicó en el país al pasar de 2.4 por cada 100 000 habitantes a 5.4, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. A esta cifra se juntan todas las tentativas de suicidio, las cuales no están documentadas de manera acertada y exhaustiva. Además, el bienestar no solamente se mide con los índices de suicidio, también tiene que tomar en cuenta otras aristas especialmente en materia de violencias y de salud mental, pues México es uno de los países más violentos del planeta.
En 2015, después de una consulta a jóvenes de las 16 demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, el Instituto de la Juventud capitalino (Injuve) destacó que más del 50 por ciento de las y los participantes manifestaron “infelicidad o inestabilidad emocional”. Por ello, con el fin de atender temáticas como la ansiedad, la depresión, las adicciones, la salud física, los problemas de nutrición o la prevención del suicidio, entre otras, el Injuve del gobierno de la Ciudad de México impulsó el Hospital de las Emociones.
“¿Y tú, cómo te sientes hoy?”, pregunta el personal joven al llegar en cualquier de las unidades del Hospital de las Emociones. En cada una de ellas, con visión de pares que facilita la construcción de confianza, jóvenes profesionales brindan atención psicológica, integral y gratuita para las personas de entre 12 y 29 años de edad.
Orientación profesional, prevención de adicciones y de las violencias, educación sexual o atención jurídica también son cuestiones que pueden llegar a tratarse en estos espacios amigables gracias a la participación de otras dependencias de gobierno.
Los resultados exitosos del lanzamiento y funcionamiento del Hospital de las Emociones van aún más allá del número cada vez más creciente de personas atendidas y de las vidas salvadas. Premiada a nivel internacional, la iniciativa contribuyó a romper los tabúes y a colocar la salud emocional en la agenda pública desde un enfoque incluyente, exento de estereotipos.
La identificación individual y social de las emociones, percepciones o sensaciones es un componente fundamental en la construcción del bienestar, y estrechamente vinculado a la prevención social de las violencias. Efectivamente, la salud emocional individual es clave en una cultura de fortalecimiento comunitario, de paz y de cohesión social en contextos urbanos cada vez más complejos e impersonales.
En seguimiento a los resultados positivos de dicha política pública innovadora, valdría la pena seguir reforzando su red gracias a la participación comprometida y filantrópica del sector privado con miras a mantener las que ya existen y crear más unidades, así como replicarlas para poblaciones de diversas edades y en distintas partes de la ciudad o del país. Sería interesante también diseñar o mejorar las estrategias de acción pública tomando en cuenta el pulso social y en materia de bienestar poblacional gracias a la realización de encuestas metodológicas parecidas.
*Fundador de Espacio Progresista, A. C. Asesor en estrategias de políticas públicas, incidencia social y cooperación internacional.
@aurel_gt