A finales de 2015, durante una entrevista con la revista People, el presidente Barack Obama reconoció que su canción favorita de ese año había sido “How Much a Dollar Cost”, un tema de rap compuesto e interpretado por Kendrick Lamar, el cual formaba parte del álbum To Pimp a Butterfly. Nada mal los gustos del primer presidente negro en la historia de Estados Unidos, pues incluso los críticos y especialistas habían certificado esa producción musical como una de las mejores del año.
El sencillo “How Much a Dollar Cost” era, sin duda, la mejor canción del disco y contaba con la excelente producción de LoveDragon y las voces de apoyo de Ronald Isley y James Fauntleroy, que creaban una excelente base rítmica sin que sonara estruendosa. La letra de Kendrick cuestionaba el verdadero precio que se paga por la riqueza de unos cuantos.
Un año antes, impactado por la poética profundidad de los temas de Lamar, Obama había invitado al rapero a visitar la Casa Blanca, y hasta lo recibió en el legendario Despacho Oval. “Estaba hablando con Obama y la cosa más loca que dijo fue: ‘Vaya, ¿cómo hemos llegado los dos aquí?’. Me dejó alucinado. Quiero decir, que es un momento surrealista cuando tienes a dos individuos negros, individuos con amplios conocimientos, pero que también proceden de esos lugares donde nos dicen que nunca llegaremos a pisar ninguno de estos sitios”, le dijo un orgulloso Lamar a la revista digital Vice.
Si lo vemos de esta forma, tanto Barack como Kendrick llegaron de la nada y ascendieron hasta un estatus privilegiado con base en la fuerza de sus palabras y en su don para la oratoria. Se sentaron en el Despacho Oval y charlaron acerca de la improbabilidad de sus vidas (“¿Cómo hemos llegado los dos hasta aquí?”).
Ahora, en forma por demás paradójica, con la llegada del multimillonario Donald Trump a la presidencia de la Unión Americana, ambos son considerados poco menos que enemigos de Estado. Trump no tolera que los medios de comunicación lo comparen todo el tiempo con Obama, porque siempre sale perdiendo; y tampoco soporta que muchas de las canciones de Lamar se hayan convertido en himnos que la gente canta a coro durante las cada vez más comunes manifestaciones en su contra, y contra la brutalidad policiaca, y contra el racismo, y contra la desigualdad.
“Las diferencias principales entre Obama y Trump –le dijo Lamar a la revista Rolling Stone– son la moral, la dignidad, los principios y el sentido común”. Mientras que Obama para él fue una inspiración, le resulta muy difícil siquiera respetar a Trump. “¿Cómo puedes seguir a alguien que no sabe cómo aproximarse a los demás o hablarles con amabilidad, compasión y sensibilidad?”.
Toda esa furia atrapada en su interior llevaron al rapero a trabajar como nunca antes en su siguiente álbum de estudio, DAMN, que fue lanzado el año pasado, de inmediato se convirtió en un éxito comercial y fue muy comentado. Y si había quienes pensaban que resultaban exageradas las permanentes alabanzas a su disco al considerarlo “una obra maestra del rap de dimensiones gigantescas”, tuvieron que tragarse sus envidias al enterarse de que la semana pasada la Universidad de Columbia concedió a Kendrick Lamar el Premio Pulitzer de la Música por DAMN; es el primer rapero en recibirlo –y apenas el cuarto artista de música popular– en toda la historia de este premio.
Podrá sonar aventurado, pero ya hay quienes creen que este malhablado chico de 30 años, originario del barrio de Compton, en Los Ángeles (cuna del rap, por cierto), podría ser el primer artista de música urbana en ganar el Premio Nobel de Literatura. Si ya Bob Dylan lo ganó hace un par de años, ¿por qué Lamar no?
*Periodista especializado en cultura.
@rogersegoviano