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Editorial: más que migrantes

16 de Diciembre 2018
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La migración es un fenómeno mundial motivado por numerosos factores, que tienen su origen en aspiraciones de dignidad, seguridad y paz; y como bien dijo Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, la decisión de abandonar el hogar propio es siempre extrema y, con demasiada frecuencia, supone el comienzo de un viaje peligroso e incluso a veces funesto.

Y es que millones de mujeres, hombres, niños y niñas dejan sus hogares en busca de trabajo y educación. Millones de personas se desplazan, porque no tienen elección, con el fin de huir de la guerra y la persecución o para escapar de los círculos viciosos de la pobreza, la inseguridad alimentaria y el deterioro medioambiental.

Pero no nos confundamos, los refugiados son personas que están fuera de su país de origen por temor a la persecución, a un conflicto, violencia u otras circunstancias, y para ellos es demasiado peligroso volver a su lugar de origen; mientras que la migración implica un proceso voluntario, por ejemplo, alguien que cruza una frontera con el deseo de tener mejores oportunidades económicas.

Durante las semanas pasadas, los ojos del mundo voltearon a México luego de que varias caravanas de personas provenientes de Centroamérica – la mayoría de Honduras– llegaron a nuestro país, no a buscar refugio, sino con el fin de pasar a través de nuestro territorio para llegar a Estados Unidos donde esperan hallar una mejor vida.

Sin embargo, el recibimiento del país no fue el mejor, confirmando así lo que nos cuenta nuestro colaborador Aurélien Guilabert en su columna: “México está reprobado por las violaciones al derecho internacional en materia migratoria, especialmente con respecto a las deportaciones ilegales o a las violaciones de derechos humanos de las personas migrantes”.

Por ello es que en esta edición, en la revista CAMBIO salimos a buscar historias de personas a quienes las condiciones de vida en sus naciones las obligaron a dejar los países que las vieron crecer. Tal es el caso de los más de un millón de venezolanos, o de Giovanni, un joven de El Salvador que migró a Estados Unidos porque la Mara Salvatrucha lo sentenció a muerte.

Además, te contamos por qué los niños y las niñas son las personas más vulnerables a la hora de migrar, y retomamos la historia de varios jóvenes mexicanos que decidieron viajar a Estados Unidos, no de manera permanente, pero sí en busca de un trabajo mejor pagado que en nuestro país.

Sin duda, todas las personas que se desplazan entre países merecen pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad. Recuerda, más que migrantes, somos ciudadanos del mundo.

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