Se acerca el Campeonato Mundial de Futbol y los ojos de millones de aficionados ya están puestos sobre Rusia. La Selección Mexicana sigue prometiendo que ahora sí pasará del quinto partido, y que los contratos millonarios de sus encumbrados jugadores rendirán frutos con el propósito de hincharle el pecho a aquellos ansiosos de ir a abarrotar el Ángel de la Independencia con cada triunfo de El Tri pero… ¿cuándo hemos escuchado tanta algarabía en torno a un torneo femenil? Hemos vivido engañados. Nos dijeron que el futbol –y otras disciplinas de alto rendimiento– son “para chicos”, y esta concepción ha generado que el deporte hoy en día sea uno de los terrenos más fértiles para la desigualdad de género. Aunque eso, por fortuna, ha comenzado a cambiar.
Hace apenas cuatro meses, la junta directiva del Comité Olímpico Internacional aprobó 25 medidas a fin de garantizar la igualdad de género en el deporte, con las cuales se busca asegurar por primera vez en la historia la paridad de género entre el número de deportistas participantes.
Entre otras medidas, se comprometieron también a proteger a las y los atletas del acoso y el abuso, esto tras el revelador escándalo del equipo olímpico de gimnasia femenil de los Estados Unidos después de Río 2016. Se busca además garantizar las mismas condiciones en materia de equipamientos, instalaciones, uniformes; contribuir a una difusión equitativa y justa por parte de los medios; garantizar la igualdad en los premios económicos. Si bien se destinarán fondos especiales para los programas de paridad de género y sus avances serán monitoreados, se tendrá que esperar hasta los Juegos Olímpicos de 2024.
Es digno de aplaudir que por fin se tomen dichas medidas, y su implementación será clave si se desea reducir la discriminación persistente –al menos, en el terreno olímpico–. ¿Y cuándo comenzaremos a deconstruir el machismo cultural que ha sostenido esta desigualdad histórica? La afición también debe cambiar y apoyar mucho más a las atletas mujeres, asistir a los partidos de las ligas femeniles, seguir a las jugadoras estrellas y encumbrarlas tanto como a Chicharito o a Messi.
Otro gran síntoma de disparidad es que, en algunas disciplinas consideradas culturalmente mucho más “masculinas” ni siquiera hay alternativas suficientes para que las niñas practiquen y entrenen con seguridad. Las escuelas de futbol femenil suelen ser muy pocas, y eso muchas veces desalienta incluso a las familias que sí desean apoyar a sus hijas a perseguir el sueño detrás de un balón.
Por ello, en esta edición decidimos hablar con destacadas deportistas profesionales mexicanas y extranjeras con el propósito de que nos compartieran sus historias, los retos que han enfrentado y cómo han salido adelante y han logrado cumplir sus metas. Además, buscamos dónde puede una niña entrenar futbol de manera profesional, y hasta nos metimos en el corazón de una liga de mujeres indígenas que han creado su propio torneo al encontrar en las canchas llaneras su primer espacio de empoderamiento y libertad.
Mucho se ha hablado del deporte como parte de las estrategias que deberían plantearse para aminorar la violencia social, pero mientras siga siendo un terreno desigual, poco se va a lograr. No hay que olvidar que, en el campo de juego, en la alberca o en la pista, las mujeres pueden entregarse y triunfar de la misma manera que puede hacerlo cualquier hombre, y que somos nosotros, como sociedad, quienes podemos ser su mayor impulso o su peor freno. ¿De qué lado quieres estar?