En estos días, muchas noticias han inundado los principales periódicos financieros y especializados. Nos cuentan que hace 10 años, la gran crisis financiera que azotó al mundo movió los mercados, y empezó con el desplome de Lehman Brothers con activos bajo administración de más de 600 000 millones de dólares. Desafortunadamente, esta compañía –too big to fail– no se rescató como otras instituciones.
Al principio se vio como una gran idea: alguien debe pagar la hipoteca de su casa y tiene un incentivo muy alto para hacerlo: su familia. Los banqueros pensaron que en las hipotecas, al inicio del crédito es cuando se pagan los intereses, entonces, si juntas un montón de hipotecas y se las ofreces a alguien como inversión, parece bastante bueno. En lugar de que el banco ponga el dinero de la hipoteca, algún inversionista lo hace, y la rentabilidad es considerable.
Fue un excelente negocio durante mucho años, hasta que se les acabaron las personas con suficientes trabajos para calificar y que implicaran un riesgo bajo en cuanto al pago de su hipoteca. Eso generó un problema interesante, pues a los banqueros les preocupaba su bolsillo, y lo más importante es que si los productos estrella en Wall Street eran los swaps hipotecarios (de lo que estamos hablando) y ya no había más, entonces se voltearon con los proveedores de crédito con el fin de que bajaran sus políticas, de esta manera se generaban más viviendas y así seguía el ciclo.
En México, el año pasado, la banca colocó 453 000 millones de pesos en créditos hipotecarios, un segmento que está creciendo a tasas del 5 % anual y desarrollos de casi 5 millones de viviendas por año; así, estamos muy lejos de tener un escenario similar al de la crisis de hace 10 años. Para empezar, los bancos son mucho más estrictos al otorgar créditos; además, ¿de dónde se haría un producto financiero, si sólo invierten 35 personas de cada 10 000 de la población económicamente activa?
Si bien estamos muy lejos de dicho escenario, es importante recordar que esa crisis, la más fuerte que ha tenido el mundo desde 1929, afectó a México de forma importante, aunque al mercado de valores le tomó tan sólo unos meses recuperarse. Ahora, a 10 años de la gran crisis, varios indicadores señalan que en el 2020 podría empezar otra pesadilla, y es normal, dado que corresponde a ciclos financieros y de crédito.
Los mexicanos debemos aprender que el crédito, cuando se ocupa para generar patrimonio, no es una mala idea. Por suerte, poco a poco surgen asesores independientes que te pueden guiar sobre qué crédito hipotecario es el correcto, y cómo puedes combinarlo con estrategias fiscales de inversión para apalancar el dinero del banco, tal y como ellos lo han hecho durante muchos años. Esto puede ser una muy buena alternativa para armar tu retiro o complementarlo.
Tenemos una oportunidad que no se puede ver en economías más desarrolladas, y debemos aprender cómo ocupar el crédito con responsabilidad, y no para el consumo. Paulatinamente pensaremos primero en tener finanzas sanas con el objetivo de poder hacer del crédito un factor de crecimiento y desarrollo –como en muchos países–. No hay que tener miedo, pero sí hay que tener una asesoría correcta.
*Asesor financiero especializado en fintech y coaching financiero.
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