Las historias de suspenso o situaciones paranormales siempre me han llamado la atención, por eso durante las reuniones suelo proponer que compartamos experiencias para las cuales no hay explicación.
Entre las personas con las mejores historias que he escuchado destaca mi hermano, incluso las he vivido con él. Hemos experimentado juntos sucesos inconcebibles. Si eres escéptico puedo jurarte que hay algo más allá de nuestra vida cotidiana y de lo que vemos todos los días; más allá de lo tangible.
Hace años, en la colonia en la que vivía de niña construyeron un parque sobre un terreno que quedaba en un nivel más alto que la calle y tapaba el paso. Esto tuvo como consecuencia una severa inundación que provocó que los vecinos abrieran a punta de hachas y martillos un paso en medio del parque.
En aquel entonces, mi hermano tenía 8 años o un poco más, y en las noches se asomaba por una ventana que daba vista al parque. “Me relaja ver el parque sin ruido en medio de la noche”, nos decía con esa voz grave que para su edad lo caracterizaba.
Una noche se despertó y se dirigió a la ventana, pero con un presentimiento. Esta vez tenía miedo, no quería asomarse; sin embargo, como era su nuevo hábito de vida, tenía que ser valiente y observar. Lo hizo por una pequeña rendija, casi imperceptible desde cierta distancia. Era una vista digna de espía.
Estaba ahí el niño con su pijama de cuadros (todo un cliché). Tenía frío y algo de hambre, pero su curiosidad fue grande acerca del hombre al que miraba; un hombre en la madrugada, sentado en una de las bancas del parque; pensativo, cabizbajo y con ropa ligera: playera, jeans y una gorra.
Mi hermano lo observó y pensó “tal vez esta triste o no tiene a dónde ir”. Se rascó la cabeza y siguió observando desde esa rendija discreta e imperceptible. No había manera de que el hombre en el parque lo viera.
De pronto, el hombre del parque levantó la cabeza y dirigió la mirada hacia la ventana por la que mi hermano lo observaba . “Esto no está pasando. El no puede verme desde aquí”. Estaba inmóvil y al mismo tiempo perturbado.
El hombre alzó la mano y comenzó a saludarlo como si lo estuviera viendo, como si lo conociera.
Mi hermano, aterrado, saltó a su cama y como cualquier niño se tapó completamente.
Hoy en día me cuenta que hay algo que nunca podrá borrar de su mente: la retorcida sonrisa del hombre del parque mientras lo saludaba desde la banca.
Los parques guardan historias. Un parque puede ser un punto de encuentro, referencia, diversión o el hogar de quienes no lo tienen. De día es un lugar de vida y de tranquilidad; de noche habemos quienes evitamos pasar en medio de alguno, todo depende de lo que nos han contado sobre estos lugares.
Valeria Galván es buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.
@valeria_galvanl