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La Roma de Cuarón

08 de Septiembre 2018
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Mientras Roma recibía una ovación de pie de más de siete minutos por parte de celebridades del Séptimo Arte y la prensa especializada de todo el mundo en la Dársena –la espectacular sala de cine donde se proyectan las películas en concurso del Festival de Venecia–, en el pequeño cine-bar Tonalá, en la Ciudad de México, la cinta más personal del cineasta Alfonso Cuarón, que se exhibía casi en la clandestinidad, también era recibida con porras y aplausos por un puñado de cinéfilos chilangos.

Roma es una auténtica obra maestra; una memoria escrita en lenguaje cinematográfico”, afirmaba Stephanie Zacharek, la crítica de cine de la revista Time, luego de verla en la Mostra de Venecia. “¡No inventes, qué chingonería de película. Se la mamó ese pinche Cuarón!”, decía un emocionado joven a la salida del cine-bar Tonalá, ubicado en la colonia Roma, donde se desarrolla la historia que da título al filme.

Cuarón lo volvió a hacer: con Roma, le ha demostrado al mundo que las historias más universales surgen de las experiencias íntimas, simples y cotidianas.

Realizada en blanco y negro en un formato digital 4K de 65 milímetros –para llevar al máximo la nitidez y la resolución, quitándole ese aire de nostalgia–, la cinta se filmó en orden cronológico, en idiomas español y mixteco, con equipo de sonido de última generación Dolby Atmos y sin un guion rígido, es decir, podía ser modificado durante los 105 días de rodaje, según lo fuera considerando el director.

Yalitza Aparicio, Marina de Tavira y Nancy García, las tres actrices que protagonizan la película, revelaron que nunca se les permitió conocer el guion base y que sus diálogos se los daba el propio Cuarón una noche antes de grabar sus escenas, explicándoles de manera escueta la situación en la que se encontraban sus personajes. Además, tampoco les permitía ver los monitores con las secuencias realizadas, pues no quería que su actuación se “contaminara” si llegaban a verse en las pantallas; Buscaba que cada una de sus reacciones fuera lo más natural y espontánea posible, y lo logró.

Ambientada a finales de los 60 y principios de los 70, una época de cambios políticos, sociales y culturales, Roma presenta la historia de una familia de clase media alta que se mantiene unida gracias a la presencia de Cleo, la empleada doméstica de ascendencia indígena.

Cuarón le pidió a sus colaboradores que para el personaje de Cleo buscaran una actriz exactamente igual a la mujer que ayudó a su mamá a criarlo de niño, la nana que había tenido una infancia muy dolorosa y llena de carencias, y que le hablaba de conceptos tan abstractos como el morirse de frío o pasar hambre. No sólo debía tener un gran parecido físico, también una misma forma de ser. Luego de muchas pruebas, finalmente encontraron al personaje que buscaban en Yalitza Aparicio, una estudiante normalista de la Sierra de Oaxaca. El cineasta la definió como “uno de los mejores actores con los que he trabajado en mi vida, en el sentido de cómo entiende emocionalmente cada momento”.

Roma se proyectó en preestreno durante un par de días en el cine-bar Tonalá (así como en una salita de Cinemanía, en Plaza Loreto), con la finalidad de cumplir los requisitos que exige la Academia Mexicana de Cine y así tener la oportunidad de ser considerada para representar a nuestro país en la pelea por una nominación al Oscar como Mejor Cinta Extranjera. Su estreno oficial está previsto en diciembre en algunas salas de cine y a través de la plataforma Netflix. Claro, antes deberá participar en los festivales de cine de Telluride, Nueva York, Toronto y Morelia.

Por cierto, al momento de escribir esta columna no se conocía aún el nombre de la película ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia; no sería ninguna sorpresa que fuera Roma la gran triunfadora.

*Periodista especializado en cultura.

@rogersegoviano

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