POR VALERIA GALVÁN
La razón por la que decidí llamar a este espacio “Más allá del cliché” es porque tanto los sucesos de mi vida como mis relaciones interpersonales (motivos principales de esta columna) son lo opuesto a un cliché.
Alguna vez tuve un novio que me dijo muy enojado “tú quieres que tu vida sea un película”, a lo que respondí: “Cariño, con el nivel de análisis que le doy a cada aspecto de mi día a día bien podría hacer un documental”. Se quedó callado, no conocía mucho sobre conceptos audiovisuales.
Los documentales son una antítesis de las películas en todos los sentidos, y al mismo tiempo o de manera irónica deben contar con todos los elementos de producción de un film de ficción.
Al buscar un buen documental en Netflix, me topé con Bellas de noche. No es nuevo, pero no me había dado el tiempo para verlo. Lo tenía pendiente en mi lista y decidí echarle un ojito con el fin de ver si me atrapaba.
Cuando vi el tráiler pensé: “se ve bueno”. Imaginé que vería lentejuelas y operaciones plásticas. Morbosamente esperaba ver un before & after de Lynn May y que descubriría si el mito ochentero de Olga Breeskin teniendo sexo con su pitón era sólo un mito.
Mi intención era palomear con un documental de ficheras; un documental protagonizado por mujeres que hacían parodias del erotismo con hombres poco atractivos que las manoseaban frente a las cámaras con una efecto en la audiencia muy similar a algunas malas películas pornográficas. El efecto de excitar y hacer reír.
Conforme avanzaba Bellas de noche, lejos de hacerme reír, un hueco se formaba en mi estómago, y si alguien pudiera haber visto mi expresión durante esa noche, tendría mucho trabajo para describirla.
Lo que estaba entendiendo era la historia de cada una, detrás de las cirugías, las lentejuelas y los desnudos. Ya no eran las vedettes, ni el entretenimiento; no eran show ni chisme; eran mujeres de carne y hueso a las que el tiempo no ha perdonado, y quienes después de estar en “los cuernos de la luna” (como ellas lo expresan) en algunos casos se refugian en el cariño de sus gatos dentro de un pequeño espacio en el que viven de manera muy modesta.
Un exceso de amabilidad y emoción por ser entrevistadas les recuerda esa época dorada en la que experimentaron la sensación de ser admiradas y deseadas.
Cuando terminé de ver el documental no analicé la narrativa o la dirección, no me importó la técnica, la estadística o las conclusiones como en otros casos. Un documental siempre me deja con la satisfacción de haber alimentado mi curiosidad cultural. Esta vez fue diferente. Algo me dejó con una sensación de abandono, y el ambiente se llenó de tristeza ajena. Pensé: si yo fuera una de ellas, ¿sería capaz de sonreír como lo siguen haciendo? Seguramente sí, seguramente es el efecto mágico de las hermosas lentejuelas guardadas en su ropero.
*Buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.
@valeria_galvanl