Hace 44 años, el 24 de noviembre de 1974, luego de varias semanas sin encontrar ningún vestigio de osamentas, fósiles ni utensilios que pudieran dar pistas de alguna antigua civilización o asentamiento humano en Hadar, al noreste de Etiopía, el paleontólogo estadounidense Donald Johanson, quien encabezaba una misión antropológica financiada por el Museo de Historia Natural de Cleveland, descubrió algo que para los ojos de cualquier persona podría ser sólo una pequeña piedra, sin embargo, bajo la mirada de un experto de su nivel significaba un diminuto tesoro que de inmediato le aceleraba el pulso y lo dejaba con la boca abierta.
A pocos metros de él, sus colegas reían, cantaban y desechaban la mayoría de las muestras recolectadas en el campo, mientras escuchaban en un radio la canción “Lucy in the Sky with Diamonds”, interpretada por Los Beatles.
Luego de limpiar muy bien eso que había encontrado, Johanson confirmó que se trataba de un pequeño fragmento de hueso, muy, muy viejo. ¿Sería de algún animal? No, de ninguna manera. Eso lo supo casi de inmediato. El paleontólogo podría jurar que se trataba de los restos fósiles de alguna especie de ser humano primitivo, así que llamó a su equipo con el propósito de mostrarle el hallazgo. Todos contemplaron con asombro, y luego se dispersaron en la zona para seguir buscando más restos de la osamenta.
Después de varias semanas, encontraron más fragmentos de huesos y, de acuerdo con sus primeras investigaciones, todos pertenecían a la misma persona, a una hembra a quien decidieron llamar Lucy, por la canción que escuchaban cuando hicieron el primer descubrimiento.
En ese momento no lo sabían, pero habían encontrado, en excelentes condiciones, el que se convertiría en el esqueleto más famoso de la historia, el de un australopiteco de 1.1 metros de altura que vivió en el corazón de África hace casi 3.2 millones de años, y que lograba explicar, como ningún otro, la estrecha relación que existía entre los primates y los seres humanos. En otras palabras, Lucy era el tan comentado eslabón perdido de la evolución, el ancestro de los Homo sapiens, el “humano” más viejo del que se tenga registro en el planeta.
Los trabajos de rescate recuperaron cerca de 40 % del esqueleto de Lucy y, tras varios estudios, se confirmó que la Australopithecus afarensis (su nombre científico) ya caminaba en sus dos extremidades inferiores y tenía los pies arqueados, como cualquiera de nosotros.
Por cierto, estudios recientes de la Universidad de Texas, en Austin, han revelado que Lucy probablemente cayó de un árbol de unos 12 metros de altura y murió al instante. Como apunta John Kappelman, profesor de Ciencias Geológicas y autor principal de la investigación publicada en la revista Nature, resulta por demás irónico “que el fósil que protagoniza el debate sobre el papel arbóreo en la evolución humana, muriera posiblemente de las heridas sufridas en una caída de un árbol”.
Luego del hallazgo de Lucy, se han encontrado más de 250 fósiles de al menos 17 individuos en la misma región de Etiopía.
Finalmente, cabe señalar que hace unos días se divulgó en la revista Nature que fueron encontrados en Arabia Saudí los huesos del dedo medio de un Homo sapiens de 95 000 años de antigüedad, esto lo convierte en el ser humano más viejo, fuera de África. Lo anterior resulta interesante para los científicos, pues respalda las teorías de que los primeros hombres migraron del continente africano hacia Asia por la península arábiga, cuando en vez de desiertos había ríos, lagos y selvas tropicales.
*Periodista especializado en cultura.
@rogersegoviano