Durante sus ocho años en la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama realizó 14 apariciones ante la prensa para lamentar y expresar sus condolencias por algún tiroteo masivo registrado en su país y que haya causado la muerte de personas inocentes. La mayor parte de estos ataques fueron efectuados por jóvenes y se realizaron en escuelas, iglesias y centros comerciales.
El común denominador de estas violentas acciones fue –y ha sido siempre– la facilidad con la que se puede adquirir armas de fuego de todo tipo y calibre en una ciudad de la Unión Americana, y hasta por Internet. Casi nadie pregunta por la edad, registros de enfermedades mentales, adicciones o antecedentes penales de los compradores de rifles, pistolas y ametralladoras, pues de acuerdo con la Segunda Enmienda de su Constitución, cualquiera tiene derecho a portarlas y a defenderse.
En más de una ocasión, durante estos mensajes de condolencias, el presidente Obama señaló ante la opinión pública que debía de haber un amplio debate sobre la historia reciente de la nación, vinculada a la violencia masiva y al fácil acceso a las armas.
“He tenido que hacer declaraciones como esta en demasiadas ocasiones. En algún momento, nosotros como país, debemos afrontar el hecho de que este tipo de violencia masiva no ocurre en otros países desarrollados”, enfatizó Obama en uno de sus últimos mensajes como mandatario. Incluso, en 2016 envió al Congreso iniciativas para regular la venta de armas a civiles, y hasta promulgó órdenes ejecutivas con el fin de que se investigara a compradores sospechosos.
En respuesta, el Senado, de mayoría republicana, frenó esas propuestas, mientras que Donald Trump, al convertirse en habitante de la Casa Blanca, desestimó las órdenes de Obama; y fue más allá. Cuando en febrero pasado un estudiante de preparatoria asesinó a tiros a 17 de sus compañeros y profesores, en un colegio de Parkland, Florida, el presidente Trump reaccionó diciendo que ese tipo de incidentes escolares se podrían evitar si los maestros estuvieran bien armados y tuvieran un entrenamiento especial para el uso de fuerza letal.
Quienes más aplaudieron esta declaración fueron los miembros de la Asociación Nacional del Rifle, la poderosa organización que busca justificar la posesión y venta de armas. Según ellos, siempre han sido otros factores los culpables en estos tiroteos masivos, pues las armas nada tienen que ver en las conductas criminales, ya que estas obedecen más a la música heavy metal, la literatura comunista, las redes sociales y hasta a las películas de Tarantino.
Por fortuna, el cine no ha sido ajeno a este debate y se ha encargado de poner el dedo en la llaga. Hay cuando menos una docena de excelentes películas (documentales y de ficción) que recrean las masacres estudiantiles de las últimas décadas. Curiosamente, la mayoría de estos títulos abordan el caso del tiroteo en la secundaria de Columbine, Colorado, en abril de 1999, que dejó un saldo de 15 muertos y 24 heridos, incluyendo el suicidio de los dos jóvenes de 18 años que lo perpetraron.
Duck! (William Hellfire), Bang bang you’re dead (Guy Ferland), Bowling for Columbine (Michael Moore), Home Room (Paul F. Ryan), Elephant (Gus Van Sant), Zero day (Ben Coccio), Dawn Anna (Arliss Howard), April showers (Andrew Robinson), Reunion (Adam Kargman), Heart of America (Uwe Boll), Klass (Ilmar Raag), Polytechnique (Denis Villeneuve), Beautiful boy (Shawn Ku), Blackbird (Jason Buxton), Hello Herman (Michelle Danner) y The dirties (Matt Johnson) son algunas de las cintas que vale mucho la pena ver.
Por cierto, en el tiroteo que se registró hace unos días en Jacksonville, Florida, donde se realizaba un torneo de Madden, y que dejó un saldo de tres muertos y 11 heridos –incluyendo al perpetrador, que se suicidó–, los amantes de las armas ya tienen otro culpable: los malditos videojuegos. Y no, el arma semiautomática de mira láser que utilizó David Katz nada tuvo que ver.
*Periodista especializado en cultura.
@rogersegoviano