POR AURÉLIEN GUILABERT*
En febrero del presente año, la junta directiva del Comité Olímpico Internacional aprobó 25 medidas con la finalidad de garantizar la igualdad de género en el deporte. Entre ellas prevén asegurar, por primera vez en la historia, la paridad de género entre el número de deportistas participantes. Entre otras medidas, se comprometieron también a proteger a las y los atletas del acoso y abuso; garantizar las mismas condiciones en materia de equipamiento, instalaciones, uniformes (sin diferencias injustificables entre hombres y mujeres); contribuir a una difusión equitativa y justa por parte de los medios; garantizar la igualdad en los premios económicos. Aunque se destinarán fondos especiales para los programas de igualdad de género y se garantizará que sus avances sean monitoreados, se tendrá que esperar hasta los Juegos Olímpicos de 2024.
Dichas medidas son fundamentales si se quiere reducir la brecha de la desigualdad y las discriminaciones persistentes y muy sensibles en el sector del deporte. Además, no solamente existe una gran disparidad en la garantía del acceso al deporte entre hombres y mujeres, también en la presencia de las mujeres en puestos de alto nivel, de representación directiva o entrenamiento.
Cabe mencionar, asimismo, la poca aparición de las mujeres deportistas en los medios de comunicación. ¿Qué noticias recibimos de las campeonas boxeadoras, futbolistas o de artes marciales? ¿Por qué una mujer no podría coordinar y entrenar equipos nacionales de futbol masculino? Los propios medios masivos de comunicación tienden a reproducir un tratamiento sexista al tratar a las deportistas según su estética física, más allá de su talento; además, son discriminadas si tienen un físico “demasiado” marcado, musculoso o “viril”, dirían los representantes de la sociedad machista. “El deporte mediático es una de las grandes bazas del patriarcado”, comenta al respecto Matilde Fontecha, especialista en igualdad en el deporte.
Aunado a ello, los recientes escándalos mediáticos de acoso y abuso sexual reflejan una realidad muy poco difundida. Sin querer generalizar trivialmente, las y los deportistas son obligados, a veces, a callar actos de abusos, sumisión o acoso a cambio de seguir creciendo u ocupando espacios de primer nivel. En este sentido, sería importante implementar una estrategia potente, eficaz y contundente de prevención y atención al acoso sexual y moral en el deporte, especialmente enfocada en el público joven.
En Brasil, en el norte de Río de Janeiro, en el marco de los últimos Juegos Olímpicos, se lanzó el programa “One Win Leads to Another” gracias al cual niñas y adolescentes tienen acceso a instalaciones y entrenamiento de deportes de alta calidad en combinación con pláticas y talleres de habilidades para la vida y de prevención en materia de salud o violencia de género. Dicha alianza entre ONU Mujeres, los comités olímpicos Internacional y de Brasil, y asociaciones civiles locales permitieron fortalecer las capacidades, la confianza, el desempeño y la autonomía de las jóvenes. Así es como el deporte se tiene que aprovechar desde una visión pública de bienestar social transversal, con el objetivo de luchar contra las desigualdades, y como una opción indispensable para cambiar los estereotipos y garantizar la igualdad de género.
El deporte es una herramienta subutilizada por los poderes públicos, ya que mediante este se podría fomentar, más allá de la actividad física, el empoderamiento social, la autoestima y la igualdad de género desde la edad más temprana y a lo largo de la educación. Una estrategia de fomento y acceso al deporte con perspectiva de género y prevención social, enfocada y con un seguimiento educacional puntual, puede llevar al desarrollo comunitario de manera determinante para el futuro de las y los jóvenes.
*Fundador de Espacio Progresista, A. C. Asesor en estrategias de políticas públicas, incidencia social y cooperación internacional.
@aurel_gt