Periodismo imprescindible Martes 30 de Abril 2024

Yo vs. las princesas de Disney

¿Por qué es tan difícil para una madre tratar de inculcar a su hija que los juguetes y las cosas no tienen género? Quiero que ella sepa que hoy puede ser Spiderman y mañana lo que le dé la gana
31 de Diciembre 2017
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Desde el momento en que supe que daría a luz a una niña, emprendí una cruzada sin cuartel contra las princesas de Disney. Sin embargo, lo confieso, ha sido –mucho– más difícil de lo que imaginé. Porque inicialmente, uno pensaría, “soy la madre, basta con que yo defina el patrón de la educación de mi hija y el mundo se alineará…” (risas grabadas). Nada más ingenuo.

Los regalos –ropa o juguetes–, por parte de amigos y familiares, con alguna bella princesa como sello nunca han parado en los cuatro años que #Karmita –como conocen a mi hija en las redes sociales– tiene de vida, y me temo que no paren.

Lo peor es que estos “inofensivos” regalos, envueltos con amor y de parte de personas que la quieren, encierran en realidad un mal perverso… O así lo veo yo, al menos.

Mientras que a los niños se les incentiva con regalos a construir o a poner a prueba su creatividad, a las niñas se les relega a hacer lo que la gente piensa que son “cosas de niñas”, como preparar la comida, cuidar a los bebés o simplemente lucir como princesas. Y no nos engañemos, los juguetes son un vehículo eficaz para perpetuar los roles de género.

No, no me opongo a que #Karmita juegue con muñecas, pero no quiero que la limiten sólo a ello. Quiero que sea libre (no me refiero a que alguien se lo prohíba tajantemente, sino que con estímulos no se le predisponga a sólo un tipo de actividad) de elegir a qué jugar.

Así que todo iba más o menos bien, hasta que #Karmita entró al kínder. A partir de ese momento “todo se derrumbó, todo se derrumbó”, diría la ochentera rola de Emmanuel.

Entonces, comenzaron a llegar a la casa preguntas como: “¿Mamá, me dejas ver una película de princesas?”, “¿Mamá, me compras un vestido de princesa?”. Y yo: “¿Pooooor?”, junto con un rostro desencajado, como si cada una de esas preguntas me provocara pequeñas miniembolias.

“Es que fulanita me dijo que…”, “Es que menganita tiene un vestido tal…”. Inconforme como me sentía, entendía el origen de esas nuevas inquietudes. Pero cuando no pude más, fue cuando la propia maestra del grupo solicitó unas carpetas “rosas para las niñas, azules para los niños”. ¡Dioooooooooos! ¿Era en serio? ¿O era que mi cama se convirtió en una máquina del tiempo durante la noche y desperté en 1970?

En otra ocasión, otra maestra les explicó que las niñas debían jugar entre ellas y los niños con otros niños. Mi mamá, incluso, una vez que fuimos a una juguetería, le dijo a #Karmita mientras veía los superhéroes: “Vamos al otro pasillo, este es de niños”. Y en incontables más, le han asignado las muñecas para jugar, aunque ella hubiese preferido los superhéroes o los cochecitos. Y es que los perpetuadores de roles de género están en todas partes: en la escuela, con la familia y hasta en sitios públicos.

En alguna ocasión, fuimos a un restaurante de esos con haaaartos juegos para niños, ludoteca y un área de disfraces, además de “nanitas”, con el propósito de que los pobres y afligidos adultos podamos degustar nuestros sagrados alimentos en santa calma.  De repente, llega corriendo #Karmita para enseñarme el disfraz de Spiderman que se había puesto. La “nanita” que andaba con ella llegó corriendo detrás, muy apenada y disculpándose porque no había logrado convencer a mi pequeña fiera de ponerse un disfraz de princesa. #Karmita, cual experta diplomática de la ONU, atajó: “Soy princesa Spiderman”.

En ese preciso momento reconocí que mi lucha antiprincesas, más que una querella, sería algo así como La guerra de los cien años. ¿Por qué es tan difícil para una madre tratar de inculcar a su hija cosas tan simples? Sí, como que ella es más hermosa que un dibujo animado, o que ni el vestido más “princeso” logra hacerla ver más linda que cuando se carcajea como si no hubiera un mañana. Que las cosas no tienen género y son sólo cosas, que hoy pude ser Spiderman y mañana lo que se le dé la gana, sí, incluso una princesa –si así lo decide ella y aunque a mí me termine de dar una embolia. Pero que la decisión de qué ponerse, con quién jugar-crecer y cómo comportarse siempre será de ella.

Démosles chance a niñas y niños de descubrirse y mostrémosles con ello lo que verdaderamente es el amor incondicional, ¿no?

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