Seguramente te has dado cuenta de que tus amigos viajan demasiado y que sus galerías de Instagram están repletas de experiencias, paisajes, platillos exóticos y amigos de diversos lugares del mundo. Y es que pareciera que hoy en día ser joven es sinónimo de viajero. Ya nadie parece tener que esperar a las vacaciones, es como si simplemente todos nos hubiéramos vuelto más libres. La pregunta es ¿todo eso es real? ¡Parece una epidemia! Lo cierto es que, en efecto, la tecnología nos ha permitido a muchas personas trabajar desde casa o, mejor dicho, desde cualquier lugar del planeta al que hayamos decidido llamar casa.
Diseñadores, programadores, escritores, bloggers, brokers, ingenieros, hoy son muchos los profesionistas que pueden ejercer desde una computadora portátil siempre y cuando cuenten con un buen respaldo de la vida en la nube informática. Así es, nuestra vida cabe en una maleta más muchos teras en la nube a donde mandar todas nuestras fotos y videos porque, además, vivimos un momento en el que lo importante parece ser lo que se comparte y la aceptación que ello provoca.
Para las y los jóvenes del 2018 puede ser mucho más frustrante no haber viajado fuera de su país que no tener un departamento, no haberse casado o no haber tenido hijos antes de los 35 años. Viajar se nos ha convertido en un estilo de vida aspiracional, pero lo cierto es que no cualquiera puede dejar todo atrás, tomar una mochila y colgarla en su espalda con el fin de romper con todos sus apegos y manías sedentarias.
Hoy tenemos una gran sed de experiencias; no se trata sólo de viajar como cuando éramos niños y nuestros padres nos llevaban siempre al mismo departamento en esquema tiempo compartido, o al mismo hotel todo incluido, en la misma playa sin identidad ni acción. Hoy nos gusta vivir en los lugares que visitamos, realizar actividades cotidianas, aventurarnos y hasta enamorarnos como locales. Por ello, esta generación ha renunciado a otras prioridades que eran fundamentales para nuestros padres, como ahorrar o adquirir una hipoteca con el propósito de comprar una casa, tener hijos, con columpio en el jardín y un perro dando saltos y moviendo la cola alrededor.
Sin embargo, lo cierto es que este “vive y deja viajar” tal vez en el fondo es, como apuntaba el sabio Paul McCartney, un “vive y deja morir”, pues el futuro no pinta muy tranquilo para los que hoy son jóvenes. Según varios expertos de la industria inmobiliaria, los jóvenes de hasta 35 años vuelcan todos sus ingresos en viajar porque, debido a su situación económica, saben que no pueden acceder a una vivienda, una pensión o ni siquiera a un trabajo seguro con prestaciones sociales. Aquella “seguridad” que nuestros abuelos alentaban a nuestros padres a buscar, se esfumó y no existe más, y esto es un fenómeno global. Por ello se hace más común dejar “todo” porque, en realidad, no tenemos mucho que dejar atrás. Somos la generación ligera; a nuestras carencias les ponemos estilos y decimos que viajamos “ligeros de equipaje” y sin ataduras, aunque sepamos que eso, a la larga, nos pesará.
Los sueldos bajos, los altísimos precios de la vivienda y los alquileres y las grandes dificultades para obtener préstamos bancarios han provocado que nuestra generación tenga claro que adquirir una casa no es prioritario.
El futuro no nos pinta color de rosa y por ello, si de todos modos las circunstancias nos obligan a enfocarnos en el presente, aquí al menos te compartimos algunas de las experiencias que recopilamos y que pueden ayudarte a que este espíritu viajero sea una decisión de vida y no una sentencia de muerte cuando la vejez llegue.
Planeación financiera, experiencias de sostenibilidad alimentaria, ecoturismo y algunas anécdotas de cómo conseguir trabajo y seguir financiando tu vuelta al mundo es lo que encontrarás en esta edición diseñada para almas viajeras y ligeras de equipaje.